En el 214 de la calle Reconquista se ubica el complejo de viviendas “Pedro Figari”. Antiguamente era una casona de la época colonial, y es desde hace poco tiempo una moderna propiedad horizontal con varios apartamentos completamente renovados, ubicados en la planta baja y en el primer piso. En el corazón de la propiedad tenemos un gran patio que es el punto de encuentro de vecinas y vecinos y el lugar favorito de juego para los niños. En el centro del patio y como seña de identidad de todo el complejo hay un viejo pozo de agua que todavía funciona y que usamos para dar vida a las coloridas plantas que rodean el patio, y a las tupidas enredaderas que suben por las doce columnas hacia las terrazas del primer piso.
Si bien el complejo es según la opinión de todos un gran lugar para vivir, los propietarios notamos inmediatamente después de mudarnos que el ruido sería un inconveniente. Las finas paredes de la vieja casona que solían dividir habitaciones, hoy dividen apartamentos completos. El hermoso patio compartido parece un cuadro cuando está vacío pero se convierte en una cámara de tortura cuando los niños empiezan a correr y a gritar o cuándo sus madres buscan acallarlos gritando aún más alto y más agudo. No tengo que mencionar la tragedia para cualquier par de oídos, especialmente para aquellos residentes que damos al patio, que supone el ladrido de los pequeños caniches tan de moda últimamente.
El caniche de la Sra. Mercedes se llamaba Paco. Paco y la Sra. Mercedes vivían en la unidad número 3 ubicada en la planta baja. La Sra. Mercedes tenía una relación con Paco que podría catalogarse de intensa: a veces se llevaban muy bien y se querían y otras veces pasaban horas ladrándose sin piedad. Todos en el complejo conocían a la Sra. Mercedes y a Paco, y todos conocían sus pleitos, discusiones y riñas. Esto es porque todos podemos oír hasta el último detalle.
Uno de los más afectados por la situación sonora causada por la Sra. Mercedes y su caniche es el residente de la unidad número 7 de primer piso: un joven doctor, reservado y solterón llamado Roberto. El Dr. Roberto hace su práctica en el Hospital Maciel y trabaja muchas horas en guardias con horarios irregulares. El Dr. Roberto no socializa demasiado con los demás vecinos salvo si se consideran los intercambios bastantes subidos de tono que tiene con la Sra. Mercedes a través del balcón. Es sabido por todos porque cuando discuten es imposible no escucharlos.
No es sencillo tomar partido entre la disputa que tienen cotidianamente la Sra. Mercedes y el Dr. Roberto. Ella manifiesta con algo de razón que su perro es como su hijo y que por lo tanto como a todo hijo a veces lo ama y a veces lo odia. Ella afirma que lentamente está logrando educarlo y que ya ha tomado medidas frente a las quejas llevando más de una vez a su perro, Paco, al psicólogo. La posición de Dr. Roberto, si bien él puede resultar algo pedante, también es entendible. El insiste en que tiene derecho a su descanso y que no tiene porqué tolerar gritos y ladridos que superan cualquier límite imaginable y que atraviesan las ventanas y los ductos de ventilación del baño sin piedad.
La situación es ciertamente tensa para el resto de los residentes quienes en más de una oportunidad hemos intentado interceder para encontrar una solución medianamente adulta que nos permita un mejor pasar dentro y en las inmediaciones de nuestros hogares. Sin embargo ninguna de las partes parece entrar en razón y el último episodio nos ha dejado ciertamente a todos en shock y con un sentimiento de angustia indescriptible.
A las 6:45 AM del día viernes próximo pasado me encontraba yo desayunando, como es habitual en mi kitchenette. Mientras ojeaba el diario escuché de repente un grito desgarrador que supe inmediatamente era de la Sra. Mercedes. Sus gritos son, como dije, conocidos. Yo no suelo meterme en estas disputas cuando están sucediendo porque no necesito a mi edad protagonizar ningún tipo de discusión, así que simplemente me asomé por la ventana para ver el porqué del alboroto.
Lo que vi me dejó sumamente angustiada y el solo hecho de recordarlo me altera los nervios pero es necesario que usted lo sepa. En el centro del patio y colgando del viejo pozo de agua se encontraba Paco, amarrado por el cuello de lo que parecían cordones de zapatos. Paco tenía el cuerpo lánguido y los ojos perdidos y estaba sin muerto. Tenía una tranquilidad que no conoció en vida. Desde mi ventana no se veía sangre pero no por eso la imágen era menos aterradora.
La Sra. Mercedes se encuentra en estos momentos internada, y el Dr. Roberto no se ha visto desde el incidente. Pero creo que es fundamental que usted como Defensor del Vecino de nuestro municipio se haga presente y ponga orden a esta disputa entre vecinos que ha tomado un cariz trágico y macabro. No es mi intención, por supuesto, señalar a nadie, ni insinuar nada, pero consideré de buena vecina ponerlo en conocimiento de los hechos con un nivel adecuado de contexto.
Espero verlo pronto por el complejo, Sin más.
Gloria Sánchez, unidad número 1. Reconquista 214.