No debería estar escribiendo esto, hay urgencias y prioridades. Pero escribo esto porque evidentemente no sé distinguirlas. Todavía hay gente de sangre azul caminando por esta tierra; hoy vi una foto de alguien haciendo una reverencia. El odio es cada vez más consumido al aire libre, veo todos los días gente haciéndole reverencias. Por suerte llega la política con promesas de emprendimientos heroicos pero, porque siempre hay peros, todos los días la despolítica se encarga de arrasar con la esperanza para que si queda algo, queden héroes. El refugio obvio es la caricia y la cercanía, porque cuando el cerebro no entiende nada la piel puede asumir el mando. Lástima que cuando la piel hace de las suyas con cierta libertad la mente de los otros se encierra en confusiones inexplicables y entonces sus bocas no se animan a nombrar el amor ajeno, y entonces por las dudas no nombran nada, y no llaman, y no escriben. Y así, toda la solución de las caricias que prometían cercanía y que prometían terminar con el odio y las reverencias te dejan otra vez solo en la fría sombra de los héroes. Sé que no debería estar escribiendo esto; se me enfría el café. ¿Porque además cuál es el sentido? ¿Leerlo luego tratando de entender? Ni siquiera eso, porque a mitad del texto, si acaso me hiciera sentir algo, diría con palabras sin sonido: no debería estar leyendo esto porque hay urgencias y prioridades.